ANALOGÍAS & DICOTOMÍAS. Es el título de la nueva exposición de Guillermo Muñoz Vera en Madrid (del 10 de octubre al 11 de noviembre de 2018). Para disfrute de todos, contamos el catálogo virtual de Muñoz Vera, con toda la obra expuesta.

El propio artista ha dedicado estas palabras a todos los interesados por su obra y apasionados del mundo del Arte. Es un privilegio tenerle de nuevo en España. 

Nuestra Realidad no es otra cosa que nuestra idea de la Realidad. Lo que conviene es ser realista en el sentido complejo del término: comprender la incertidumbre de lo real, saber que existe en lo real una porción de lo posible que aún permanece invisible. Edgar Morin [1921]

La Galería de Arte David Bardía en Madrid

Me siento complacido de poder enseñar algunas de mis pinturas al público madrileño. Desde hace muchos años mi pintura básicamente sale del país, especialmente hacia los “nuevos mundos” de las Américas, Flandes e Italia, donde es valorada y solicitada, como les ocurre a muchos pintores nacionales. Pero siempre he echado de menos compartir mis trabajos con aquellos que mejor reconocerían mis fuentes de inspiración: el paisaje natural y humano de esta Península.

La posibilidad de exponer en Madrid me la ha brindado David Bardía, a quien conocí hace unos pocos meses a través de mi querido amigo Juanma Arriaga, director de la Kur Gallery de San Sebastián.

La Galería David Bardía se encuentra en las confluencias de las calles Villanueva y Núñez de Balboa, a pocos metros de los jardines del Retiro, donde yace el Ángel Caído del escultor Ricardo Bellver que ha inspirado la imagen de esta presentación. El privilegiado espacio expositivo tiene tantas paredes como ventanas abiertas a la calle. Algunas de mis pinturas podrán ser vistas sin siquiera entrar, lo que transforma esta sala en un verdadero espacio público abierto a los transeúntes habituales, ocasionales y a turistas accidentales…

Las Pinturas

Algunos se sorprenderán de mi presencia en el elenco de pintores de esta galería, en general, ajenos al discurso y al getto realista. Nada me complace más que los galeristas más vanguardistas que alientan, a que los más jóvenes consideren por un momento que los valores del arte clásico y el lenguaje realista tienen cabida en la multiculturalidad propia de nuestras sociedades.

Esta exhibición de pinturas no se trata de una exposición al uso. Es una cuidadosa selección de poco más de una veintena de óleos de entre los muchos que me acompañan en la penumbra de mi taller mientras pinto. Por eso, no debe sorprender que algunas de ellas estén aún en proceso y que otras muchas sean estudios preparatorios. Esta exposición pretende poner en primer término, más que los logros, la búsqueda incesante de la huidiza obra definitiva. No pretendo más que compartir un espacio íntimo, un rincón de mi taller de imaginerías donde estas pinturas y otras imágenes digitales impresas, me acompañan y me guían, en los errores y aciertos, mientras sigo pintando.

Una colección de pinturas inevitablemente genera un relato. Esta es una página más en mi Cuaderno de Viaje, en este caso, de mi deambular por estas tierras. Lo que imagino y pinto después de recorrer mesetas, valles y montañas, donde he visto pueblos y ciudades bulliciosas, caseríos y fortalezas silenciosas y palacios donde el único habitante es el olvido. 

El Contexto 

El pasado 22 de septiembre de este año 2017, celebré mi 38 aniversario desde que imagino y pinto bajo los iluminados cielos de la meseta castellana, como un anónimo espectador entre los castellanos de hoy.

Subido a las almanaras, donde las nubes recargan los manantiales y nacen los ríos, desde que Madrid era Mayrit, el lugar de las aguas, imaginé como las almadías iban y venían por los caminos de agua cargadas de productos y preciosos regalos. Y más allá de los polvorientos conflictos que ocultan la luz, pude divisar en lontananza las orillas del Mediterráneo, del Atlántico y del Cantábrico, los tres mares que rodean y abrazan este mosaico de rocas plutónicas y metamórficas emergidas de las profundidades.

Cuando llegué al extremo de cada muelle, muchos de estos abandonados, pensé como un castellano más, que ya había visto el albedo de los destellantes amaneceres de Akra Leuka y los arrebolados atardeceres de las Islas Púrpuras dirigiendo la mirada hacia Essaouira. Situada la rosa de los vientos en el centro de las dos mesetas, sus cuatro puntos cardinales apuntan al resto del universo.

Los caminos de agua que bajan desde las cadenas montañosas buscando el mar, me enseñaron que fueron los primeros senderos que pudieron comunicar a los hombres. La cultura del mar llevó las filosofías, las ciencias y las artes a todos los lugares del mundo, en una interacción permanente y caótica mucho antes de lo que dicen los libros de historia. Lo dice la arqueología de la imagen. Este país es complejo porque es receptor de una fuente original, y los orígenes de los manantiales son difíciles de escudriñar. Apenas estamos hechos para beber de sus aguas que acuden a nosotros y lo hemos olvidado. Ahora no hacemos más que ensuciarla y malgastarla.

Las nuevas ciencias de la complejidad lideradas por el filósofo Edgar Morin [1921] intentan explicar aquello que es complejo por naturaleza: La Realidad. Las analogías y dicotomías parecen ser la propia sustancia natural de este país de realidades situado en las mejores coordenadas de la Tierra, en las franjas climáticas que un día hicieron florecer a lo largo de todo el orbe las bellas artes de toda la Humanidad. Y cuya historia sin fin se aleja navegando hasta fundirse con el horizonte celeste y los astros. En estas coordenadas vieron la luz las primeras pinturas hechas por la mano de un pintor cuando ni siquiera sabía que lo era. La sinceridad cuando es sincera no es consciente de ella. Aquí nacieron, entre otros colores, los rojos de almagre y de cinabrio, el blanco maleable del aljez, negro de azabache, y las bellas artes del comercio trajo el azufaifo y la flor de azahar, y completó el pentagrama del arco iris con el único color ausente y más preciado: el lapislázuli.

“No, no ha sido en libros, no ha sido en literatos donde he aprendido a querer a mi Patria: ha sido recorriéndola, ha sido visitando devotamente sus rincones”.

Quisiera hacer mía esta confesión de Unamuno, porque mi Patria seguramente un día fue la misma que él amaba, la de nuestros abuelos, y parece que nos reconocemos y reencontramos al regresar después de haberme ido quizás con las primeras carabelas rumbo a América. Pero tantos siglos naufragado en las costas del Pacífico, también siento como mi Patria la cordillera de los Andes, que siempre viene a mi mente cuando desde mi atalaya en la Alcarria de Chinchón observo a lo lejos el Guadarrama. O cuando creo ver la silueta esbelta de las araucarias en los oscuros pinos mediterráneos recortados contra el cielo. Me reconozco en esos bosques que cubren de verde oscuro de cromo las ondulantes colinas o se encaraman en las faldas de los cerros, hasta asomarse al borde anaranjado de los acantilados para divisar las Dos Sicilias. Me doy cuenta y pienso… se trata de una pareidolia, un maravilloso espejismo de mi propia historia, la de los náufragos de caletita Tumbes, una ilusión de mi ser antiguo proyectado en las dos Castillas.

El arte de iluminar es saber pintar las sombras. La verdadera luz es la propia fuente de energía que ilumina el mundo que habitamos y que nos habita: el sol, el cielo, las nubes, las estrellas, las lucernas, las antorchas y ahora la luz eléctrica. Nos iluminan para que seamos capaces de discernir la tierra, los paisajes, los espacios arquitectónicos, las sombras y las luces de las personas dejando ver un mosaico de realidades que cada uno sabrá reconocer en estas imágenes. Porque esencialmente miro y pinto el mismo mundo que todos compartimos iluminados bajo el mismo sol.

Mis pinturas se sienten bien acompañadas en la confluencia de dos calles que llevan el nombre de dos genios muy diferentes: Juan de Villanueva fue arquitecto de la corte durante el reinado de Carlos III y Carlos IV. Fue uno de los primeros resultados de las primeras reales academias, aquellos programas que iban a permitir que el talento nacional, hijo natural de la naturaleza, educado con el apoyo de la nación, revertiera en el bienestar y la riqueza patrimonial de la nación. Entre otros muchos palacios que aún sobreviven, su carta de presentación madrileña es la remodelación de la actual Plaza Mayor, el Observatorio del Retiro y el actual edificio del Museo de Prado, ideado en vida por Villanueva como Museo de Historia Natural.

Vasco Núñez de Balboa, por otra parte, fue un joven emprendedor nacido en La Mancha extremeña que se aventuró a embarcar en una carabela rumbo a la Nueva España. Sin estar invitado y siendo un extraño en todos los lugares por donde pasó, logró suficientes complicidades y no se detuvo ante nada hasta lograr su objetivo: ver con sus alucinados ojos europeos el mítico Mar del Sur, aquellas aguas que toda una generación de geógrafos y cosmógrafos creyó que rodeaban las islas de las especias, en el sudeste asiático y las de Cipango, actual Japón. Núñez de Balboa sabía perfectamente que la mayor empresa que se podía cometer, con la autoridad que le concedía ser su descubridor, era el privilegio de fundar el primer astillero de los mares del Sur. Sin embargo, la recompensa desde Europa por su hazaña descubridora, fue la orden de ser decapitado.

Algunas de las pinturas expuestas hasta el 11 de noviembre forman parte del proyecto “Analogies & Dichotomies” y pronto partirán hacia Estados Unidos para ser vistas en las paredes de la Forum Gallery de Nueva York en abril de 2018. Allí comparto honrado un sitial junto a algunos de los pintores históricos del Realismo Norteamericano. Todos ellos, junto a los clásicos europeos, forman parte de mi genética mestiza que me hizo felizmente multicultural.

Guillermo Muñoz Vera

Alcarria de Chinchón, 2017